Tom Wishart es un escocés que vive junto con su mujer en una
pequeña aldea del sur de Córdoba. Rodeadas de un mar de olivos, las casas se
arremolinan en torno a una minúscula plaza central, conformando un entrañable
laberinto de calles desiguales y fachadas de un blanco inmaculado.
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Tom Wishart junto a su mujer y su perro |
Tras una verja entreabierta, se acerca sonriente este antiguo
ingeniero procedente de la región de Fife, en el centro de Escocia y bañada por
el Mar del Norte. Sorprenden sus rasgos, inevitablemente británicos, y a la vez
tan mimetizados con el lugar donde vive, la Andalucía más recóndita donde las
décadas parecen no haber pasado.
Mientras cruzamos el patio de su casa, en plena remodelación
que él mismo está llevando a cabo como avisó a la hora de concretar la
entrevista, aparece de la nada su perro, un inquieto Boxer también adaptado ya
al caluroso clima.
“Nos cansamos de Escocia –comienza- y me quedé sin trabajo
hace siete años. El tiempo siempre nublado y lluvioso terminó por decidirnos.
Si teníamos que aguantarnos, mejor hacerlo en un lugar donde no tener que blasfemar
sobre el clima”